En un intento de ir preparándome para lo que me espera en poco más de un mes, ha caído en mis manos la dirección de un blog sobre China; para ser exacta me la pasó mi jefe, espero q no con la intención de poder decir más tarde "el q avisa no es traidor!"... es coña, el blog está muy bien, y creo q al leer la frase que aparece debajo de su título, "No existen 'expertos' en China, sólo gente con diversos grados de ignorancia", el flechazo fue instantáneo.
Que quede bien claro desde ya que lo que viene a continuación no es más que una vil copia de una de las entradas del blog. Le pedí permiso a su autor por mail para plagiarle, y dado que hasta hoy no obtuve respuesta, resolveré la cuestión por "silencio administrativo", o dicho en castellano de Salamanca, "el que calla, otorga" (espero q no le importe).
Preveo q este tema del personal expatriado en China, va a dar para ríos de tinta (china! jjaja, qué malo...), pero he de reconocer que después de leer lo q os traigo hoy, simplemente sentí q yo no podría escribirlo mejor, ni tampoco puedo esperar a compartirlo!
Consideraciones personales del autor a parte, fijaros únicamente en los dos tipos de personas que distingue, y aqui va la adivinanza... ¿en qué grupo creeis q me toca a mi?!
"LA GESTIÓN DEL PERSONAL EXPATRIADO EN CHINA"
Hace unos días hablábamos aquí de los errores en la gestión de personal en China, y un amable lector hizo un comentario solicitando un artículo semejante, pero orientado al personal extranjero. El término “personal extranjero” es sin embargo muy amplio, así que con su permiso lo voy a focalizar un poco y hablar de la problemática de los expatriados, esos compatriotas nuestros que, más o menos voluntariamente, dirigen y trabajan en las empresas españolas en China.
A la hora de colocar un compatriota en la flamante nueva empresa de China, las empresas españolas suelen tomar dos caminos radicalmente distintos:
El expatriado profesional. Esta suele ser la vía elegida por las empresas grandes y de alta solvencia económica, o por aquellas que han aprendido la lección en China –o en cualquier otro país– y se conocen bien el percal. Consiste básicamente en elegir la persona adecuada para el cargo, tanto por formación como por experiencia, y resolver generosamente sus problemas personales y familiares en el país de destino, de forma que el fulano en cuestión se concentre en la gestión del puesto, bastante compleja de por sí, y no pierda el sueño porque los niños no entienden chino en el colegio. De este concepto nace el famoso “paquete del expatriado”, que tantas envidias despierta, y que básicamente consiste en lo siguiente:
- Un sueldo incrementado –suele ser en un 20%– sobre el que cobraría en el país de origen en un puesto similar, en concepto de “plus de destino”.
- Una bonificación por el coste de la vida, traducida normalmente a una dieta diaria –que depende lógicamente del país de destino y de la generosidad de la empresa.
- Coche de empresa –con chófer si el cargo lo merece– o un plus por gastos de transporte.
- Seguros médicos para el expatriado y su familia.
- Indemnización por desplazamiento y costes de instalación.
- Gastos de alojamiento –o sea, una vivienda digna.
- Bonificación por desplazamiento del cónyuge, en su caso.
- Bonificación por educación de los hijos, en su caso.
- Gastos de viajes periódicos a España.
- Gestión de su carrera y plan de “reingreso” garantizado al volver a España tras su estancia, sea más o menos afortunada.
- Algo más que seguramente me olvido.
No hace falta sumar mucho para ver que la cosa se pone en un pico, que no obstante las empresas que se lo pueden permitir asumen con alegría, puesto que garantiza la felicidad material de nuestro hombre en China. Si este hombre ha sido elegido sabiamente –cosa que no suele ser problema en el país de origen–, el éxito de la empresa, al menos al nivel de gestión, está medianamente garantizado.
El “búscate la vida”. Por desgracia, la gran mayoría de las empresas, bien por cicatería pura o por desconocimiento clamoroso, optan por una solución mucho más salchichera, consistente en buscar un “voluntario” que por poco dinero quiera ir a China, o bien colocan al frente de la nueva empresa a un chavalito joven y aventurero que no sabe por dónde le da el aire, y encima le pagan una miseria. No contentos con ello, endosan al buen hombre un nivel de responsabilidad absolutamente desproporcionado a su capacidad –o sea, básicamente es responsable de todo– y se desentienden de él al primer problema, bajo el conocido axioma español de “aquí no llames para llorar”. Y encima pretenden que la cosa salga adelante, y se sorprenden mucho cuando, previsiblemente, no sucede así. Señores, esto no es establecer una empresa, esto son hacer experimentos… fuera de casa y con champán del caro. El porqué suceden estas cosas tan churriguerescas ha sobrepasado siempre mi capacidad de comprensión –y miren que yo soy carpetovetónico puro–, así que hace mucho tiempo que renuncié a comprenderlo. Espero que me perdonen.
En fin, ya hemos hablado muchas veces y seguiremos hablando de los problemas de las empresas y las personas en esta tierra extranjera, así que de nada sirve abundar en el tema. Todo el que viene a hacer negocios a China, por cuenta propia o ajena, se encuentra tarde o temprano todos los problemas del mundo –y algunos de fuera del sistema solar–, y para poder siquiera encajarlos, y no digamos solucionarlos, hace falta una solidez moral y una experiencia vital fuera de lo común. Pero sobre todo, hacen falta dos cosas que pocos –qué coño, ninguno– de los expatriados que conozco en China hemos podido gozar:
- Comprensión de la empresa con los problemas que se encuentra uno aquí, y que van desde lo puramente cómico al conato de paro cardíaco. Alguien en la empresa de casa se tiene que dar cuenta de que este hombre se está dando todos los días contra una pared, que los problemas que cuenta, aunque nos suenen extraños y hasta ridículos a veces, son tremendamente reales, y que si nadie le echa una mano y abre canales de comunicación, terminará abriéndose la cabeza contra esa misma pared.
- Apoyo sin fisuras a la labor del responsable en China, que para eso le hemos colocado ahí. Dudar de sus planteamientos, discutir sus decisiones, o no respaldarle frente a sus propios subordinados son recetas seguras para el fracaso fulminante. Todos, absolutamente todos, nos quejamos de lo mismo: que la comunicación con la casa matriz se vuelve poco a poco inexistente, las sonrisas y palmaditas en la espalda pronto dan paso a las presiones y las broncas, y aquel jefe tan simpático que nos prometió todo el apoyo del mundo cuando teníamos un pie en la escalerilla del avión, o bien ha desaparecido en combate o se ha convertido en nuestro ogro particular, con el que mantenemos unas peleas telefónicas dignas de un programa televisivo del corazón.
A todos aquellos que lean esto y se sientan identificados, sólo me queda decirles que no somos los únicos –magro consuelo– y que en otros países también cuecen habas. Como me decía un colega americano una noche que ahogábamos las penas en nuestro “watering hole” habitual,
Discutir con tu jefe es como pelear contra un cerdo en su propio corral. Al cabo de un rato te das cuenta de que el cerdo se lo está pasando en grande, y tú estás de mierda hasta las orejas.
Pues eso.
No os voy a negar una mezcla de risilla nerviosa mezclada con un cierto escalofrío recorriéndome la espalda a medida q iba avanzando en la lectura del texto, pero la verdad es q el hombre tiene gracia escribiendo, aunq sea de un tema harto delicado. Por cierto, el premio para el q lo adivine será...