¡Quién me lo iba a decir a mi, que “este nuestro blog” iba a cumplir 100 entradas! … si parece que fue ayer cuando escribí la primera y míralo, dos años más tarde está todavía hecho un chaval! Y ahora q lo pienso, lo mejor es q sigue habiendo material para rellenarlo y parece q no del todo malo ya que seguís asomando la nariz de vez en cuando por aquí.
Hace unas 3 ó 4 entradas que me dí cuenta de que estaba a la vuelta de la esquina este número tan redondo, así que llevo desde entonces pensando en cómo celebrarlo; como últimamente la cosa va de “estrenar” (piso, vida común nueva, sábanas, edredones, platos, batidora, licuadora y un largo etc.), el fin de semana decidí hacerlo estrenando la sección repostería de mi horno con un bizcocho casero, nada de gochadas ya hechas que rebosan colesterol se miren x donde se miren.
El resultado está a la vista, no es una tarta de “cumple-entradas” pero como tengo un público de lo más agradecido –entre el cual por supuesto me incluyo-, nos lo ventilamos en varios desayunos tan contentos. La verdad es q el horno no puede ser más simple y aunque me quedó un poco más “morenin” de la cuenta por un lado, parece que ya le voy pillando el truco.
Además de lo anterior, y como 100 entradas no se cumplen todos los días, el sábado me fui con unas amigas a unos baños coreanos (cualquier motivo es bueno xa celebrar y éste no iba a ser menos). Mujeres por un lado y hombres por otro, desde el momento de pasar “la frontera”, el despelote está al orden del día y ya sabéis el refrán: “allí donde fueres…”. Así que intentando actuar con la mayor naturalidad del mundo, y dejando nuestros complejos y vergüenzas encerrados en la misma taquilla donde dejamos la ropa, allí que nos fuimos a disfrutar de todo lo que ofrecía el sitio.
Nada más entrar (eso sí, en pelota picada pero con gorro de ducha obligatorio), hay unas cuantas duchas para que todo el mundo pase a las piscinas limpio y reluciente; te encuentras un par de carritos con botes de gel, de champú, acondicionador, cepillos de dientes de usar y tirar, pasta y hasta maquinillas de afeitar.
Una vez cumplido el ritual, pasas a las piscinillas (una de agua muy caliente, otra caliente y otra fresca) y si quieres algún tratamiento, vas pidiendo vez. Nosotras por supuesto lo queríamos todo, así que esperamos a que nos llamaran de piscina en piscina, pasando por la sauna y el baño turco hasta que salió una chinuca y dijo el número que yo tenía asignado. Una de mis amigas, q ya había estado allí, se acercó conmigo, cogió la lista de tratamientos y con una mezcla de orden y sugerencia, me dijo: “¡tenéis que haceros los 5 primeros!” y yo, que soy una persona obediente y vi que los precios eran más que populares, no se me ocurrió ni rechistar.
Pasé a una sala donde había dos filas de 5 camillas cada una con otras tantas chinucas dando y recibiendo los tratamientos, y allí me tumbé en la que me indicaron. Intenté olvidarme de la indefensión que me supone estar como Dios me trajo al mundo, pero 29 años (y 100 entradas, no nos olvidemos de la excusa) más tarde, y confieso que al final acabé disfrutándolo y todo.
Empezamos por el exfoliante: armada con un guante en cada mano que más que de crin parecía de lija, la tía aquélla creo que casi me borró hasta los lunares en las 3 veces que me refrotó por todo el cuerpo! La última vez intercalaron la “lija” con leche, al más puro estilo Cleopatra. Luego nos pringaron de miel y nos pusieron una mascarilla de pepino en la cara (allí mismo estaban rallando los pepinos naturales), nos cubrieron con algo tipo papel celofán (como el de la cocina), nos taparon con una toalla mojada y caliente y allí nos dejaron “fermentando” en-la-glo-ria; al despertar, fuera mascarilla y celofán, nos refrotaron otra vez como con sal xa quitar la miel -o sinceramente, no sé xa qué-, y nos fuimos a la ducha en la que por supuesto, ni se me ocurrió acercarme al gel. Todo ello así contado parece como un poco cutre pero por supuesto todo estaba hecho a su ritmo, tranquilamente, sin estrés, intercalando masajes y demás.
Después de esto alguna todavía tuvo ganas de meterse en la piscina, pero yo la verdad es que tenía arrugada ya hasta la nariz, así que al poco salimos de la zona de mujeres vestidas con unos pijamillas blancos que te dan para la ocasión y nos fuimos a la zona común, donde hay esterillas en el suelo, gente allí tumbada, durmiendo, jugando a las cartas, tomando té o simplemente conversando, hay otra sala para ver pelis (como decía una de mis amigas, parecíamos todos enfermos de un sanatorio mental con los pelos de salir de la piscina y las pintas del pijama); arriba está la zona de masajes (sí, hay otro sitio a parte!), una peluquería y luego hay como unas “mini-chozas” pero por supuesto de ladrillo a diferentes temperaturas con gente dentro tmb jugando o durmiendo.
Bueno, pues todo lo anterior, al módico precio de… 25 €!! Nunca celebrar un “cumple-entrada” había sido más barato y ya que no podíamos celebrarlo juntos, os aseguro q me acordé de vosotros entre masaje y masaje jijijjjij
2 comentarios:
FELICIDADES!
... y me imagino a una china escribiendo en su blog sobre como roncan las blancas de ojos redondos después de darles un masaje y dejarlas envueltas en miel...
y que cumplaaaaaas
muuuuuuuchoss
maaaaaaaaaaaaaaaaaaas!!!
Felicidades!
Si llego a saber que el bizcocho era por las entradas hubiera puesto una vela o algo...
Por el momento 100 entradas, pero creo que hay unas cuantas más pendientes ;)
...y que cumplas muchos mas!
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