domingo, 11 de julio de 2010
HAEIN-SA TEMPLE.
En vista de que mis ganas por darme un baño, desde luego no pasaban por hacerlo entre cabezas de pescado, decidimos hacer un cambio de última hora en la ruta, e irnos a dormir a un templo budista. Yo ya había leído antes del viaje que era una de las posibilidades que te ofrecía Corea, pero cuando la falta de entusiasmo que mostró mi otra parte contratante al comentárselo antes del viaje, me hicieron descartarlo.
Ahora no había escapatoria: sin mucho más que hacer en Gyeongyu, ¿qué cosa mejor q irnos a dormir allí? El mismo alemán que me dijo lo de la playa (budista según él), nos recomendó uno que no estaba lejos, y nos pillaba de camino en la vuelta a Seúl, así que sin más miramientos cambiamos los billetes de tren y nos fuimos hasta Daegu, y de ahi pillamos un bus que, tras hora y media, nos dejó dentro del Parque Natural de cuyo nombre no logro acordarme, en el que está situado el templo.
Este tipo de estancias se enmarcan dentro del programa de Temple Stay, en el que varios templos budistas de todo el país, ofrecen estancias de fin de semana o más largas, para todos aquéllos -budistas o no- que quieran acercarse un poco a este mundillo. En nuestro caso, dado que llegamos un día entre semana sin previo aviso y nos íbamos al día siguiente, no hubo programa de ningún tipo sino más bien comida vegetariana, desayuno a las 6 am (y luego galletas a hurtadillas en la habitación...), asistir a una de las ceremonias por la tarde y poco más.
En cualquier caso la visita mereció la pena. El templo de Haein-sa forma parte del Patrimonio de la Humanidad, y al parecer no sólo es uno de los más importantes de Korea, sino tmb uno de los más bonitos; de lo primero no puedo opinar, pero de lo segundo doy fe y espero q lo podáis apreciar en las fotos. El tormentón monzónico que nos recibió después de cenar (a las 6.30 pm) al llegar, le dieron al sitio un aire de lo más místico, con las nubes cubriendo los picos de las montañas alrededor, una auténtica cortina de agua de la que nos tuvimos que refugiar en uno de los edificios centrales, y algún monje que otro despistado corriendo debajo de la lluvia con la túnica completamente empapada.
Por supuesto en el templo hay unas normas que seguir: hombres y mujeres duermen en habitaciones separadas y compartidas (futón en el suelo otra vez), los horarios de las comidas y los rezos hay que cumplirlos, brazos y piernas cubiertas (x mucho calor que haga, los monjes tienen voto de castidad y no hay que distraerles), y luego hay que ir andando con los brazos a la altura del ombligo, la mano izquerda cerrada en un puño y la derecha envolviéndola; cada vez que te cruzas con un monje, tienes que inclinarte con la cabeza hacia delante en señal de respeto, y ellos igual, por lo que a veces los saludos pueden hacer que un simple recorrido de 100 metros en el que te encuentras a varios monjes se alargue como si caminaras tres veces más. Dicho esto, que es la teoría, mi experiencia fue que en la práctica los monjes ya lo tienen calculado y, si es posible, pasan no demasiado cerca de ti evitándose así toda la parafernalia de los saludos. Éso sí, tengo que reconocer que les queda de lo más disimulado!
Volviendo al templo, y además de todo lo anterior, es famoso también por darle cobijo a la "TRIPITAKA KOREANA", que es uno de los textos sagrados budistas más importantes del mundo: es una colección de más de ochenta mil tablillas gravadas en madera en el s. XIII que llevó más de 16 años en completarse. Por uno de estos milagros que ocurren a veces, sobrevivió al saqueo de los japoneses y a varios incendios que arrasaron el templo y hoy en día se puede visitar, éso sí, bajo el ojo vigilante de las cámaras de seguridad que las guardan.
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