viernes, 22 de octubre de 2010

BIRMANIA, EL PAÍS DONDE SÍ ES ORO TODO LO QUE RELUCE.

Antes de preparar el viaje, antes incluso de decidir que íbamos, nos encontramos con toda una polémica abierta en torno a si se debe visitar Birmania o no. Los argumentos a favor y en contra se dividen básicamente en que ir a este país de vacaciones supone de alguna manera apoyar al régimen militar que les lleva ahogando desde las últimas dos décadas, ya que muchos alojamientos son del régimen, los impuestos que indirectamente pagas allí los recaudan ellos, así como las entradas a los sitios y demás.

Hay opiniones para todos los gustos; un amigo me decía que vale, que visitamos otros muchos países donde la democracia tmb brilla por su ausencia, pero que él tiene que poner el límite en algún sitio, y que su límite está en que no visitará Cuba, Corea del Norte o Birmania, hasta que no cambien de régimen (supongo que por no mencionar otros países africanos que ni sabemos lo que tienen...). Yo personalmente, he escuchado muchas opiniones tanto de gente que estuvo, como de otra que se negó a ir y algún otro que se lo estaba pensando, y tmb le dediqué algún tiempo a leer para hacerme una idea más o menos fundada de la situación.

Mi opinión, es bastante simple y pragmática (no x ello la mejor, pero es la mía al fin y al cabo) y pasó por dos fases: la primera fase, antes de ir a Birmania, pensé que ante todo, no podía engañarme a mí misma (no sé de cara a la galería) y es que con la trayectoria que llevo, no me voy a levantar ahora en abanderada de la lucha por los derechos humanos... Es decir, no es que trafique con armas para dictadores africanos o que me alegre cuando leo que en el mundo la lapidación sigue existiendo, pero coño, vivo en China (Chi-na) y mi trabajo no es precisamente el de una hermanita de la caridad ni mi oficina es una ONG. No hago daño directamente a nadie (o al menos éso creo y espero), pero si nos ponemos a hilar tan fino de a dónde van los impuestos que yo pago al tomarme una coca-cola pues joder... es más, no colaboro con ONG's ni me dedico a ningún proyecto de ayuda social o similar en mis ratos libres (cosa que he de reconocer que llevo un tiempo pensando en hacer, pero el hecho es que aqui estoy, sábado por la mañana, en pijama en mi casa escribiendo ésto, cuando podía estar ... no sé, cuidando a niños de un orfanato, x decir algo). "O sea -pensaba yo- que ir a Phuket (Tailandia), antro de prostitución donde los haya 'mola' xq es Tailandia y tiene playas y bares de copas donde ves al occidental cincuentón-barrigudo de turno manoseando a una niña q con suerte tiene 16 años, pero ahora nos entran remordimientos por ir a Birmania?!". Pues más bien al contrario, a Phuket de mochilero-solidario-alternativo que vayan otros, q yo prefiero ir a Birmania... No voy a negar la parte egoísta del asunto, y es que una maravilla como Bagan o la pagoda de Shwedagon en Yangón, simplemente no me quería morir sin verlas con mis propios ojos.

Pero es que además, por una vez no tuve que tragarme lo anterior ya que mi opinión se reafirma una vez que he vuelto de allí: a Birmania, simplemente HAY QUE ir.

Una vez que uno decide ir, puede escoger un poco dónde irá su dinero: mientras que las entradas de los templos y pagodas sabes que irremediablemente irán a parar a manos de los militares (ahí entra ya la coherencia de cada uno; yo personalmente no me resistí a estar allí y no verlo), siempre puedes escoger alojamientos privados o comer sentado en una banqueta en un puestecillo callejero en vez de sitios regentados por el Gobierno (para más pistas, a la Lonely Planet me remito).

Pero sobre todo, hay que ir con tiempo para dedicarle a la gente que sin duda os parará por la calle para haceros preguntas. Y es que de Birmania, por primera vez, me he vuelto no con una imagen del país en la cabeza, sino con historias de su gente, gente con nombre y apellidos que tuve la suerte de conocer, a los que una sonrisa y 10 minutos de conversación les abre más ventanas al mundo exterior, que todo el aislamiento que el Gobierno les impondrá con los dólares que les dejamos.

Recuerdo el primer paseo por la capital; abandonamos el hotel a medio día, y nos dirigimos hacia la zona centro a visitar un par de pagodas. Parecía que no conseguíamos avanzar, ya que cada poco se nos acercaba la gente con la sonrisa teñida del betel que mascan continuamente (una mezcla de té, lima y tabaco -y según yo alguna droga xq las veces que quise probarlo no hubo manera de que me dejaran bajo el pretexto de que sabía fatal- que les tiñe la boca de rojo) a preguntarnos de dónde éramos, cuánto tiempo íbamos a estar en el país, cuándo habíamos llegado o si ya habíamos visitado Bagan. Porque éso sí, ¡¡en Birmania hablan inglés!!

En concreto, recuerdo un señor mayor, de unos 50 años calculo yo, que nos cruzamos por la calle. Una vez respondidas las preguntas pertinentes, nos contó -os prometo que como el que habla de su tesoro-, que él tenía un amigo en Málaga; por lo visto era un señor inglés, que había visitado Birmania hacía unos 20 años y al que le hizo de guía en su momento. Desde entonces, cada año había vuelto a visitar el país y se veían, pero justo éste año no pudo hacerlo. El señor, nos sacó todo orgulloso de la bolsa que llevaba colgada del hombro un libro que no tendría menos años que los que llevaba el inglés visitando Birmania y, de entre sus hojas, una foto de ellos dos en lo que parecía una de las pagodas de la ciudad. La foto podía ser perfectamente, por el papel y la imagen, del primer viaje del inglés y ya estaba medio comida por el tiempo, pero el cuidado que ponía el señor cada vez que la cogía, daba la impresión de que era el cordón umbilical que le unía, junto con las cartas que recibía del inglés -q tmb nos enseñó la última- al mundo exterior.

No nos dejó de sorprender en ningún momento la amabilidad de los birmanos, su educación, su buena disposición, y su eterna sonrisa a pesar de los pesares. Cada vez que se te acercan a hacerte las preguntas de cortesía, daban a entender un cierto agradecimiento por escogerles a ellos, a su país, de entre todos los países del mundo, para visitarles y por pararte con ellos para saciar su curiosidad -nunca incómoda o indiscreta- de lo que hay "más allá"...

Bueno, pues ahora que os he convencido del destino de vuestras próximas vacaciones (me alegro de que no sea el primer país de la zona que visito xq las comparaciones a posteriori hubieran resultado odiosas), un par de consejos prácticos antes de iros: para las chicas, nada de pantalones muy cortos ni camisetas de tirantes un poco justas; lo mejor, pantalones pirata y por arriba algo suelto sin mucho escote ni tirantes finos, a poder ser. Yo hubiera agradecido que me lo dijeran antes de irme, xq cuando me di cuenta de que no había una sola birmana con tirantes, y una francesa que vivía allí tuvo la amabilidad de explicarme que para ellos de rodilla para arriba era todo básicamente lo mismo, no me quedó más remedio que comprarme un longyi para taparme, lo cual tampoco evitó las miradas de los locales, aunque más por diversión o extrañeza que por desentonar.

Y para todos en general: el trueque es posible! haced sitio en la mochila xa llevar camisetas o camisas que ya no uséis, jaboncillos, champús o cepillos de dientes de los que siempre tenemos en casa que arramplamos en los hoteles, barras de labios del "todo a 100" o muestras de colonias. En sitios como Bagan o el Lago Inle, en los mercadillos, podréis cambiarlos por productos locales, aunque si sóis tan blandos como yo, al ver que el que me preguntaba si tenía jabón, saltaba a la vista que realmente lo necesitaba, no haréis mucho negocio ya que casi siempre acabé por regalarlo y pagar lo que quería llevarme...



2 comentarios:

Rebeca dijo...

Me ha encantado tu post, pero... ¿dónde estan las fotos?

Carmen, QK, Carmencita, Carmela, Soli, Mela, "a menina"... depende! dijo...

Rebeca, no te preocupes que esta es la primera entrada de una serie de 3 ó 4 (el país lo merece). Digamos que era el previo, ahora vendrá lo bueno... El finde como tarde espero tener la segunda, aguanta un poco q está de camino!
Besos.