lunes, 23 de abril de 2012

OUTDOOR SHANGHAI.

Como ya dije antes llegó la primavera a Shanghai y, después de pasarnos 4 meses helados de frío debajo del aire acondicionado, con varias capas de ropa (incluida la ropa interior térmica), una manta eléctrica en la cama y con la humedad calándose hasta los huesos, todos los días abro los ojos por la mañana pensando, “¿hará Sol hoy?”.

Hay que aprovechar las estaciones intermedias, así que antes de que el calor sofocante del verano nos tenga de nuevo pegados al aire acondicionado o a remojo en la piscina, cada fin de semana hago varios planes en función de cómo amanezca el día, ¡no hay un rayo de Sol que perder!

Os dejo una selección de actividades al aire libre para el fin de semana o para cuando vengáis de visita que, en contra de lo que se lleva en esta ciudad, no implican grandes comilonas, alcohol o ir de tiendas.

  1. MERCADO MUSULMÁN:
Los chinos uigures, provenientes de la provincia de Xinjiang –de mayoría musulmana muy a pesar del gobierno central-, tienen aquí su lugar de reunión y oración, ya que el mercado se instala todos los viernes desde las 11 de la mañana en la calle de entrada de la Mezquita de Huxi.

Encontraréis a la gente con sus puestecillos de comida, fruta, pieles y especias expuestos sobre alfombras y algunos vestidos con los trajes tradicionales -al menos en lo que a tapar la cabeza se refiere, es decir: gorros ellos y pañuelos las mujeres-. Incluso la parte trasera de una bici puede ser el sitio ideal para instalar el brasero y asar la carne.

Es el paraíso para los amantes de los puestos de comida callejera y, para los que arrugáis la nariz al leer esto, un buen lugar donde iniciarse en este noble arte. Por dos o tres euros podréis probar los mejores y más sabrosos “pinchos” (en el sentido de pincho moruno) de cordero de la ciudad recién hechos, kebabs, pulao (una especie de arroz con verduras y carne), algo similar a lo que conocemos por empanadillas de varios tipos de rellenos distintos y por supuesto té, por citar algunos. Recomiendo dejar sitio para el postre, ya que hay un puestecillo que los vende de varios tipos, todos ellos igual de buenos y recomendables. Y si después de los pinchos de cordero no podéis más, ésas galletas bien merecen ir cargando con ellas en una bolsa hasta casa para el desayuno del día siguiente!

Dirección:
No. 4, Lane 1328 Changde Lu, near Aomen Lu常德路13284, 近澳门路


  1. SHANGHAI STRAWBERRY SEASON:
Pues sí, resulta que por aquí cerca hay algo más que cemento! Todos los años, de principios de marzo a mediados de abril está la Shanghai Strawberry Season, que no es otra cosa que un montón de granjas del Distrito de Qingpu, que ponen sus invernaderos y sus fresas a disposición del que quiera ir a recogerlas, pagando un módico precio de unos 15 rmb/jin (unos 1,8 euros el medio kilo). Sí, te sale más barato si las compras en la frutería debajo de tu casa pero el motivo de ir a recoger fresas no es para ahorrarte al mayorista.


Estoy segura de que habrá algún transporte público que te lleve hasta allí, pero yo sólo conseguí coger la línea 2 del metro hasta la última parada (East Xujing) y de ahí darle la dirección en chino a un taxista (otros 12 euros):

En los 45 minutos de camino en coche y según os vayáis acercando, veréis un montón de invernaderos con puestecillos en la carretera vendiendo fresas así que se puede parar en cualquiera de ellos a recolectarlas.


Dos consejos: llevaros un bocadillo de casa y acordaros de que por mucho que vayáis a recoger, seguís en China así que si teníais pensado quedaros luego tirados al Sol en cualquier sitio y lo conseguís, decirme dónde porque yo no conseguí encontrarlo!


Por supuesto luego está la gente que se lo monta bien y que ofrece la misma actividad pero recogiendo fresas orgánicas (o eso dicen q son), al vergonzoso precio de 17 rmb/kilo!! Más a parte el autobús y la comida…


  1. TREPAR AL PUENTE LUPU:
Con un buen día despejado y sin viento, por unos 9 euros, podréis subir al puente que une la orilla de Pudong y la de Puxi a la altura de la Expo. Cuando nosotros lo hicimos, no se podía bajar por a la otra orilla caminando pero las vistas desde arriba -si no te tiemblan las piernas- siguen siendo igual de espectaculares.

Un ascensor os dejará a la altura de la carretera:

y luego tendréis que subir unos 350 escalones hasta la parte más alta:


Además, esta actividad se combina con la posibilidad de ver con tus propios ojos uno de los ganadores de nuestro top-10 particular de trabajos-basura (dedicaré otra entrada a este tema): no os asustéis cuando lleguéis arriba, efectivamente ése tío se pasa el día a la intemperie sentado a semejante altura para controlar a la gente que sube. Tal y como yo le vi, si tiene que evitar que alguien salte, estamos apañaos…

Más información sobre horarios, dirección y todos los datos del puente que si no eres arquitecto/ingeniero no te importarán, pero si no es lo más de lo más no vale, aquí: http://www.lupubridge.com/index.php/en (ojo con las prohibiciones que especifica: actividad no autorizada para borrachos!).




SHANXI PROVINCE.


El pasado 4 de abril se celebró en China el Qing Ming Festival, o Tomb Sweeping Day. Como este año me he propuesto aprovechar mi estancia en China para algo más que para comer con palillos, darme masajes o chapurrear malamente el chino, hice mis deberes y os puedo contar que es un festival que se celebra una vez al año y, como casi todos en China, tiene lugar más en el ámbito privado de las familias y depende del calendario lunar.

En este día, van a las tumbas de sus antepasados a honrar a aquéllos que, habiendo vivido antes que ellos, hicieron su vida posible; les llevan comida, vino, varitas de incienso y réplicas en papel de versos o poesías que les gustaban en vida, o de dinero y las limpian de polvo y hierbas.

La tradición empezó allá por el siglo 7 a.C. cuando el joven príncipe Chonger fue expulsado de la corte imperial debido a las maquinaciones de una concubina. Acompañado por un fiel oficial del gobierno llamado Jie Zitui, el príncipe vivió en el exilio durante 3 años antes de ascender al trono. Pasado el tiempo, mandó llamar a Jie a su servicio pero cuando su fiel compañero rechazó su petición, el rey prendió fuego a la montaña en la que vivía el oficial para hacerle salir. Abrumado por los remordimientos, el rey instituyó este festival para honrar la memoria del oficial.

Como yo no tengo ningún antepasado que honrar por aquí -al menos que yo sepa- ni tumbas que ir a visitar para limpiar, antes de irme de viaje me encargué de que la gente de mi oficina hiciera lo propio y tirara toda la m**rd* que tenían acumulada del último año y medio y me puse rumbo al norte de China, a la provincia de Shanxi.

Un par de horas de vuelo separan Shanghai de Taiyuan, la capital de la provincia y a la que hay que volar para empezar el tour. De ahí, tras hora y media de coche por una carretera con sorprendentemente poco tráfico, llegas a Pingyao, según dicen la ciudad amurallada mejor conservada de China.



La muralla tiene un perímetro de 6 kms, por lo que la mejor forma de ver Pingyao es alquilando una bici para recorrer las callejuelas.


En un día se puede ver todo, pero sin duda merece la pena quedarse una noche a dormir para dar un paseo de noche con los farolillos encendidos y redescubrir el silencio en la habitación de una de las residencias familiares de las épocas de las dinastías Qing y Ming, que se han conservado y reconvertido en hoteles. Sin duda me quedo con éste: www.yide-hotel.com. El desayuno se paga a parte y si eres una termita como yo, es un poco clavo pero, ¿a quién le apetece congee para desayunar?.




A los que vayáis guiados por la Lonely Planet os diré que las excursiones que propone alrededor de Pingyao no merecen la pena demasiado. El sitio donde rodaron “La Linterna Roja” es chulo, pero con el debido respeto y perdón de los cinéfilos, es similar al hotel que recomendé más arriba, pero más grande y con mucho turismo… En cuanto al “Castillo subterráneo”, si es subterráneo pero lo único que tiene de parecido con un castillo son los túneles, que en aquél serían pasillos.



De Pingyao, la forma más económica de ir a Datong es en tren nocturno con literas y así lo habríamos hecho nosotros si nos hubieran llegado los billetes que reservamos… Como nuestro vuelo de vuelta a Shanghai era desde Datong, no tuvimos más remedio que alquilar un coche con conductor para recorrer los 200 y pico o 300 kms que separan las dos ciudades.

La carretera es buena y nosotros al menos apenas nos encontramos con tráfico; lo bueno de hacerlo así de día es que durante el camino pudimos ver entre las plantaciones, a familias que efectivamente estaban en las tumbas haciendo ofrendas, limpiándolas o simplemente conversando. Además, aún quedan en pie en esta zona restos de la Gran Muralla.

El Monasterio Colgante de Datong no es para los que tengáis vértigo, especialmente si sopla el viento. Con permiso de una amiga que me dijo que no le había fascinado “porque para eso ya tenemos las casas colgantes en Cuenca”, yo creo que sí merece la pena la hora y pico de coche que hay que hacer para verlo, siempre y scuando no vayáis un día que haya mucha gente. Nosotros tuvimos la suerte de que, además de hacer sol, había muy poca gente así que no tuvimos que esperar las dos horas de cola que, según el conductor, hubo el día anterior!



Y las cuevas de Yungang también merecen una visita; construidas en el s. V a.C, tardaron más de 60 años en tallar las más de 50.000 estatuillas de Buda en las rocas; para muestra un botón:





Eso sí, aseguraros de cenar antes de ir al aeropuerto xq allí no (literalmente) hay donde hacerlo; no os vaya a pasar como a nosotros que, encima de no haber comido, lo único que encontramos comestible mientras esperábamos el vuelo, fue una bolsa de dos kilos de nueces!

sábado, 14 de abril de 2012

THE WALKING DEAD.


No me refiero a la serie –que, adem
ás, no he visto-, sino a los chinos. Sí, tal cual lo leéis y es que hace un tiempo que cuando camino por la calle, a veces tengo la sensación de caminar entre máquinas, entre recipientes que se mueven pero que por dentro están huecos…

Hace un par de meses estuve en Malasia. Los 3 días que pasé en Kuala Lumpur, me encontré caminando por la calle, sorprendida con una extraña mezcla entre morriña y lejana familiaridad… De repente me di cuenta de que echaba de menos los olores a especias, la luz, el sol, los colores, tanto en el ambiente como en la ropa de la gente, o que al chocarte con alguien en la calle recibieras algo más de lo que te contestaría una pared al chocar contra ella, aunque sea una mala contestaciónón! Eran los gestos, las miradas pero sobre todo una actitud en la gente que, de mano y aunque no entiendas una palabra de bahasa, parece que deja al menos un atisbo de luz y esperanza de comprensión mutua. Era el lenguaje corporal ya que, al estar en un país donde desconoces el idioma, te hace agudizar todos tus sentidos, ser el espectador de una película de cine mudo y, a la vez, un explorador al acecho del más mínimo gesto que te guíe hacia el entendimiento.

Volví a China y por supuesto nada había cambiado: todo era igual de gris, la gran mayoría de la gente sigue usando el color negro o gris para vestirse y muchos ni siquiera te ponen un mal gesto cuando por un descuido tropiezo con ellos por la calle. El olor del stinky tofu sigue metido en mi nariz y pegado a mi garganta durante un par de minutos después de pasar por el puesto callejero que lo vende. En el metro siguen sin dejar sentarse a la gente mayor, y sigue habiendo gente que se me adelanta para quitarme el taxi que yo había parado con un gesto de la mano. El otro día volvía a casa y un señor mayor se esforzaba en bajar el escalón para cruzar desde la acera de enfrente justo al lado de un vendedor de fruta q no le ofreció su brazo para ayudarle a guardar el equilibrio. Y sí, no me puedo olvidar de que el dueño de mi piso es un gitano que sólo arregla las cosas cuando se acerca la fecha de cobrar y de que el agente tiene ideas brillantes del tipo “paga tú la factura de la luz que te llegó de dos meses en los que tú aún no vivías en el piso, que ya si eso luego te lo devuelven”. Claro, y te l* ch*p* también.

Ayer todo lo anterior se me había olvidado porque salió el sol, había dormido mucho y bien, el día anterior habíamos estrenado la terraza de casa con un buen desayuno al sol y había cenado en un restaurante con una carne sorprendentemente buena donde me hicieron un 30% de descuento con una tarjeta que también estaba muy contenta de haber comprado después de 2 años diciendo que lo iba a hacer, y con la que me hacen un montón de descuentos en otro montón de sitios de la ciudad. Además, el plan para el resto del día era aprovechar la subida de temperatura para quedar con amiguetes y movernos por la ciudad cortando el viento a lomos de mi burra. Sólo me faltaba tener vistas al mar.

Y así fue hasta que, en nuestra primera parada técnica, estaba cruzando a pié por un paso de peatones entre una furgoneta y un coche que por supuesto no saben o no les importa lo que significan esas rayas en el suelo, después de haber mirado a ambos lados antes de cruzar, cuando de repente algo se empotra violentamente contra mi pierna izquierda y una rueda me pasa por encima del pie.

No llego a caerme al suelo pero pego un grito por el susto y por el golpe, miro a mi izquierda y una china conduciendo una moto me mira como si yo fuera un obstáculo recién caído del cielo que se hubiera encontrado en el camino, y como decidiendo si pasarle por encima o bordearlo. Me pongo a gritarle todo lo que os podéis imaginar y algo más, y la tía con las mismas decide la segunda opción y se larga sin mirar atrás. Un policía lo vió todo desde la acera y con la misma actitud que tendría si mirara un culebrón en una pantalla de televisión (quizás en este caso habría puesto más interés), se quedó con las manos cruzadas a la espalda, como esperanzo un desenlace. La gente alrededor, o siguió caminando o aminoró el paso y miró con una ligera intriga y entre risas, a la extranjera de turno dándole voces al más absoluto vacío.

Seguí a la tía con la vista y cuando vi que aparcaba me fui hacia ella gritándole que si estaba loca y que al menos podía disculparse, mientras oía la voz de Pedro detrás de mi diciéndome “Caaarmen, Caaaarmen”, en un intento de lidiar contra la misma rabia que yo, pero a la vez intentando calmar al miura que iba dispuesto a embestir contra la tía, la moto y todo el que se le pusiera delante. Con la misma cara inmutable y sin siquiera preguntarme si estaba bien, me dijo en chino “no te entiendo” y, me imagino que oliendo el peligro -xq en cuestiones de lenguaje corporal el mío no dejaba lugar a dudas de que estaba a punto de abalanzarme sobre ella y correrle a ostias hasta la acera de enfrente (eso sí, por el paso de peatones)-, se fue corriendo sin que nadie lo impidiera.

Y ahí te quedas tú con to-da la rabia del mundo contenida y ganas de probar el calabozo chino por un día con tal de ponerle la cara mirando a Pekín a la zorra que no sólo te acaba de atropellar sino que se piró sin siquiera preguntar si estás bien, con el consentimiento de la policía y la complicidad disfrazada de pasividad del resto de gente que, con las mismas y como se acabó el espectáculo, siguió caminando y apuesto que olvidando en ése mismo momento el incidente, del que ni siquiera se acordarían como anécdota a la hora de la cena.

Acepto que tengo imaginación, que leí este año” 1984” y que me hizo recordar ligeramente “Un Mundo Feliz”, cuando lo leímos en el colegio. Además, aún tengo presente el libro de “Nothing to envy” sobre Corea del Norte que recomiendo a todo el que quiera tener una excusa para tirarse un día entero a leer sin poder levantar la vista del papel. Además, no he visto el famoso vídeo de la niña que atropellaron en Pekín y que ha consternado a medio mundo. No me interesa, no me hace falta, lo veo a diario y en directo. El domingo, y por suerte a otro nivel, lo experimenté en primera persona.

Estoy cabreada y la impotencia cuando lo pienso me carcome. Sé que es injusto generalizar pero también lo es que te atropellen; se que como en toda regla, hay excepciones pero en este momento no pesan suficiente. Sí, admito que yo en su situación actual y con el pasado reciente de este país, yo no sería diferente ni mejor que ellos. Tampoco dudo de que hay motivos o razones por las que las cosas aquí son así. Pero, ¿sabéis qué? que ya no me importan. No quiero vivir en un sitio donde existen razones para haber aniquilado hasta la más elemental norma de convivencia, la empatía o el respeto; no quiero que a mi alrededor lo bueno, lo necesario y hasta lo deseable sean la excepción que tienes que esforzarte en tener presente. China, para los chinos.

Y, ¿sabéis lo mejor? Que esto sólo puede llevarme, como poco, un paso más cerca de ... la playa!

miércoles, 4 de abril de 2012

¡QUE VIENEN LOS SOCIALISTAS, DIGO… LA PRIMAVERA!


No sé si lo mencioné ya antes, pero con el cambio de trabajo, hubo también un cambio de piso.


Con harto dolor de nuestro corazón, dejamos el piso en el que llevábamos dos años encantados
de la vida, situado en lo que llaman la zona antigua de Shanghai, para mudarnos al epicentro
mismo de la ciudad. Por supuesto ese día nevó, y ahí me fui yo a lomos de mi burra a unos
9 km de distancia siguiendo el camión de la mudanza y sin guantes, que llevaban varios días
embalados en paradero desconocido.

Las historias de búsqueda de piso en esta ciudad, supongo que como en casi todas, darían para
llenar un blog entero; para muestra, un botón de lo que te puedes encontrar en los elementos
comunes si decides irte a vivir a una Old/Lane house:


Insisto: esto no era el baño del piso en cuestión que fuimos a ver, sino el baño común para varias
viviendas del edificio, que te encontrabas al subir en el descansillo de las escaleras. Que no se
os olvide una cosa: para mucha gente aún hoy en día y en esta ciudad (sí, también en el centro),
esto es una suerte. En la zona donde vivíamos antes, yo veía muchas veces de noche en verano a
la gente duchándose en la calle con una manguera, o saliendo de casa bacinilla en mano, para ir
a vaciarla a los baños públicos…

En nuestro caso, vimos más de 30 pisos y ya un poco por desesperación y falta de tiempo, nos
acabamos decidiendo por el actual que, aparte de ajustarse a la perfección a las condiciones
actuales del mercado (es decir: más pequeño, de peor calidad y más caro q el otro), viene con
una servidumbre aún peor: el dueño, es un gitano… pero eso mejor dejarlo para otro día.

Es un piso 26 con una terracilla donde da el sol por la mañana, en una urbanización que tiene
su jardincillo y columpios y cancha de tenis (sin cuidar) y demás. Pero lo mejor se ve desde la
ventana: aparte del templo de Jing’an o los rascacielos de Pudong al fondo, en las azoteas del
bloque de enfrente la gente se lo ha montado con barbacoa, tumbonas, mesas, sillas y demás
complementos para pasar un día genial al sol.

Tiempo me ha faltado para coger el ascensor y subir hasta el último piso de mi edificio a ver qué
se cuece… para encontrarme con una puerta cerrada con llave! Después de que Pedro subió
un día y vio que alguien tenía un invernadero allí montado, el asunto adquirió una prioridad
total y me dispuse a enterarme a toda costa de cómo conseguir una copia de la misma. Ayer
por la mañana salía de casa cuando por casualidad, entablé conversación con un vecino chino
que hablaba inglés y muy amablemente se ofreció a ayudarme en el desesperante intento de
hacerme entender con los guardas de la urbanización.

Sin embargo y para mi sorpresa, no hizo falta la traducción xq en cuanto se enteró de mis
pretensiones, igual de amablemente que al principio, se esforzó en explicarme la situación:

- ¡Ah! Ya veo, lo que quieres es conseguir una llave de la azotea, ¿no?
- Sí, claro, me gustaría poder subir a ver qué tamaño tiene y si fuera posible, aprovechar
ahora que llegó la primavera para subir algún día a tomar el sol.
- Jjaja, una terraza como si fuera Madrid o Barcelona, ¿no?
- ¡Exacto! –dije yo, creyendo inocentemente y como si hubiera aterrizado ayer, que
era cuestión de minutos para que pudiera subir a tirarme panza arriba al sol a leer toda la mañana.

- Pero me temo que eso no va a ser posible, verás: las azoteas de enfrente que ves
desde tu ventana, son privadas. Eso significa que la gente que vive en los pisos de al lado, ha
pagado por ellas así que las pueden utilizar como quieran pero no puede acceder nadie más
ya que forman parte de sus casas – me informa el tío en un tono muy didáctico y que me
recordó a Barrio Sésamo.
- Ah! Ya veo… claro, y las de nuestro edificio entonces también son privadas, ¿no? – dije
yo imaginándome ya el resto de la primavera a la sombra.
- No, no, las de nuestro edificio son públicas, así que no puede acceder nadie –
totalmente desconcertada, ya no sabía si hacerme ilusiones o no.
- Querrá decir que son privadas, y que entonces no puede acceder nadie, porque si
fueran públicas, podríamos acceder todos, ¿no? – aclaré yo pensando que el malentendido
se debía a un problema de comunicación/vocabulario.
- No, no, son públicas y por tanto no puede acceder nadie – este es el momento en el
que sientes literalmente un cortocircuito en tu cerebro.
- Me temo que no le entiendo.
- Claro, si son públicas, significa que tú o yo o él (señalando al guarda) o cualquiera
podría usarlas!- me dijo haciendo un especial hincapié en el “cualquiera”- y siendo así, sería
un sitio sucio y ruidoso. Por eso no las puede usar nadie.
- ¡¡!! – ojiplática.
- Claro, es así, lo público es así como funciona en China, lo siento pero es distinto de
Europa o España – me dice entre risillas y medio disculpándose de no poder complacerme.
No dispuesta a tirar por la azotea la posibilidad de tener un sitio tranquilo donde tirarme al
Sol, vuelvo a la carga.
- Pero los columpios de abajo y el jardincillo de alrededor también son públicos y no sólo
los puede usar todo el mundo sino que están limpios. Lo de sucio y ruidoso es si la gente es
sucia y ruidosa, pero no tiene por qué ser así siempre, ¿no?
- Es diferente, es diferente, el jardín de abajo es diferente – y ya noto en su voz cierto
tono de “China is different” con el que se suelen zanjar éste tipo de conversaciones,
acompañado por un gesto típicamente chino de las manos del guarda moviendo a la vez
la cabeza de lado a lado que tiene el mismo efecto que una sentencia del Constitucional:
inapelable.

Más conocedora del lenguaje corporal que del verbal, me di por enterada y agradeciéndole
su ayuda y la lección, nos despedimos mientras yo me alejaba imaginando cómo sería el
consiguiente capítulo de Epi y Blas versión china, sobre la diferencia entre lo público y lo privado
y pensando que, efectivamente, China is different y que esta lección sobre la propiedad pública y
privada debe de ser un claro ejemplo de eso que llaman “Socialismo con características chinas”,
pero que nadie parece poder explicar con exactitud qué implica y sus limitaciones, si es que
hubiera alguna…

Finalmente, y viendo que si quería Sol tendría que buscarme un plan B, nos subimos en la burra
y nos fuimos todo el día de excursión, siguiendo el cauce del río Suzhou hasta que se junta en el
famoso paseo del Bund con el río Huangpu:


Parece que no fuimos los únicos que quisimos aprovechar cada rayo de Sol, ya que en la
zona del río donde hace la curva en frente de la Torre de la Perla, unas cuantas parejas a las
que seguro les preocupaba menos que a mí la diferencia entre propiedad pública y privada,
estaban haciéndose la obligatoria sesión de fotos que expondrán a tamaño gigante en posters,
presentaciones y videos el día de su boda, ante el resto de invitados:




P.D.: por si no se aprecia claramente, el Porsche va decorado con rosas y encima del capó tiene
un centro de flores con dos peluches de Mickey y Minnie!