No sé si lo mencioné ya antes, pero con el cambio de trabajo, hubo también un cambio de piso.
Con harto dolor de nuestro corazón, dejamos el piso en el que llevábamos dos años encantados
de la vida, situado en lo que llaman la zona antigua de Shanghai, para mudarnos al epicentro
mismo de la ciudad. Por supuesto ese día nevó, y ahí me fui yo a lomos de mi burra a unos
9 km de distancia siguiendo el camión de la mudanza y sin guantes, que llevaban varios días
embalados en paradero desconocido.
Las historias de búsqueda de piso en esta ciudad, supongo que como en casi todas, darían para
llenar un blog entero; para muestra, un botón de lo que te puedes encontrar en los elementos
comunes si decides irte a vivir a una Old/Lane house:
Insisto: esto no era el baño del piso en cuestión que fuimos a ver, sino el baño común para varias
viviendas del edificio, que te encontrabas al subir en el descansillo de las escaleras. Que no se
os olvide una cosa: para mucha gente aún hoy en día y en esta ciudad (sí, también en el centro),
esto es una suerte. En la zona donde vivíamos antes, yo veía muchas veces de noche en verano a
la gente duchándose en la calle con una manguera, o saliendo de casa bacinilla en mano, para ir
a vaciarla a los baños públicos…
En nuestro caso, vimos más de 30 pisos y ya un poco por desesperación y falta de tiempo, nos
acabamos decidiendo por el actual que, aparte de ajustarse a la perfección a las condiciones
actuales del mercado (es decir: más pequeño, de peor calidad y más caro q el otro), viene con
una servidumbre aún peor: el dueño, es un gitano… pero eso mejor dejarlo para otro día.
Es un piso 26 con una terracilla donde da el sol por la mañana, en una urbanización que tiene
su jardincillo y columpios y cancha de tenis (sin cuidar) y demás. Pero lo mejor se ve desde la
ventana: aparte del templo de Jing’an o los rascacielos de Pudong al fondo, en las azoteas del
bloque de enfrente la gente se lo ha montado con barbacoa, tumbonas, mesas, sillas y demás
complementos para pasar un día genial al sol.
Tiempo me ha faltado para coger el ascensor y subir hasta el último piso de mi edificio a ver qué
se cuece… para encontrarme con una puerta cerrada con llave! Después de que Pedro subió
un día y vio que alguien tenía un invernadero allí montado, el asunto adquirió una prioridad
total y me dispuse a enterarme a toda costa de cómo conseguir una copia de la misma. Ayer
por la mañana salía de casa cuando por casualidad, entablé conversación con un vecino chino
que hablaba inglés y muy amablemente se ofreció a ayudarme en el desesperante intento de
hacerme entender con los guardas de la urbanización.
Sin embargo y para mi sorpresa, no hizo falta la traducción xq en cuanto se enteró de mis
pretensiones, igual de amablemente que al principio, se esforzó en explicarme la situación:
- ¡Ah! Ya veo, lo que quieres es conseguir una llave de la azotea, ¿no?
- Sí, claro, me gustaría poder subir a ver qué tamaño tiene y si fuera posible, aprovechar
ahora que llegó la primavera para subir algún día a tomar el sol.
- Jjaja, una terraza como si fuera Madrid o Barcelona, ¿no?
- ¡Exacto! –dije yo, creyendo inocentemente y como si hubiera aterrizado ayer, que
era cuestión de minutos para que pudiera subir a tirarme panza arriba al sol a leer toda la mañana.
- Pero me temo que eso no va a ser posible, verás: las azoteas de enfrente que ves
desde tu ventana, son privadas. Eso significa que la gente que vive en los pisos de al lado, ha
pagado por ellas así que las pueden utilizar como quieran pero no puede acceder nadie más
ya que forman parte de sus casas – me informa el tío en un tono muy didáctico y que me
recordó a Barrio Sésamo.
- Ah! Ya veo… claro, y las de nuestro edificio entonces también son privadas, ¿no? – dije
yo imaginándome ya el resto de la primavera a la sombra.
- No, no, las de nuestro edificio son públicas, así que no puede acceder nadie –
totalmente desconcertada, ya no sabía si hacerme ilusiones o no.
- Querrá decir que son privadas, y que entonces no puede acceder nadie, porque si
fueran públicas, podríamos acceder todos, ¿no? – aclaré yo pensando que el malentendido
se debía a un problema de comunicación/vocabulario.
- No, no, son públicas y por tanto no puede acceder nadie – este es el momento en el
que sientes literalmente un cortocircuito en tu cerebro.
- Me temo que no le entiendo.
- Claro, si son públicas, significa que tú o yo o él (señalando al guarda) o cualquiera
podría usarlas!- me dijo haciendo un especial hincapié en el “cualquiera”- y siendo así, sería
un sitio sucio y ruidoso. Por eso no las puede usar nadie.
- ¡¡!! – ojiplática.
- Claro, es así, lo público es así como funciona en China, lo siento pero es distinto de
Europa o España – me dice entre risillas y medio disculpándose de no poder complacerme.
No dispuesta a tirar por la azotea la posibilidad de tener un sitio tranquilo donde tirarme al
Sol, vuelvo a la carga.
- Pero los columpios de abajo y el jardincillo de alrededor también son públicos y no sólo
los puede usar todo el mundo sino que están limpios. Lo de sucio y ruidoso es si la gente es
sucia y ruidosa, pero no tiene por qué ser así siempre, ¿no?
- Es diferente, es diferente, el jardín de abajo es diferente – y ya noto en su voz cierto
tono de “China is different” con el que se suelen zanjar éste tipo de conversaciones,
acompañado por un gesto típicamente chino de las manos del guarda moviendo a la vez
la cabeza de lado a lado que tiene el mismo efecto que una sentencia del Constitucional:
inapelable.
Más conocedora del lenguaje corporal que del verbal, me di por enterada y agradeciéndole
su ayuda y la lección, nos despedimos mientras yo me alejaba imaginando cómo sería el
consiguiente capítulo de Epi y Blas versión china, sobre la diferencia entre lo público y lo privado
y pensando que, efectivamente, China is different y que esta lección sobre la propiedad pública y
privada debe de ser un claro ejemplo de eso que llaman “Socialismo con características chinas”,
pero que nadie parece poder explicar con exactitud qué implica y sus limitaciones, si es que
hubiera alguna…
Finalmente, y viendo que si quería Sol tendría que buscarme un plan B, nos subimos en la burra
y nos fuimos todo el día de excursión, siguiendo el cauce del río Suzhou hasta que se junta en el
famoso paseo del Bund con el río Huangpu:
Parece que no fuimos los únicos que quisimos aprovechar cada rayo de Sol, ya que en la
zona del río donde hace la curva en frente de la Torre de la Perla, unas cuantas parejas a las
que seguro les preocupaba menos que a mí la diferencia entre propiedad pública y privada,
estaban haciéndose la obligatoria sesión de fotos que expondrán a tamaño gigante en posters,
presentaciones y videos el día de su boda, ante el resto de invitados:
P.D.: por si no se aprecia claramente, el Porsche va decorado con rosas y encima del capó tiene
un centro de flores con dos peluches de Mickey y Minnie!
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