viernes, 24 de julio de 2009

LA GUINDA DEL PASTEL

La guinda del pastel, en lo que a las visitas de este verano se refiere, la puso mi otra parte contratante. Apoyo incondicional ante cualquier circunstancia que nos encontremos y planes que le proponga, esta vez no dudó en coger un avión y plantarse durante sus vacaciones en el sofocante calor veraniego de Shanghai, ciudad más que conocida para él, y esperar pacientemente a q yo saliera de trabajar para vernos. Por suerte esta vez pude cogerme un par de días libres, empalmar con un finde, y organizar una escapada al sur de China.
Recuerdo q en el colegio teníamos una compañera que tenía la puntería -probada científicamente con un elevadísimo porcentaje de efectividad tras años de exámenes-, de no estudiarse el tema que caía en el examen, especialmente en Historia y Literatura. Ella lógicamente se ponía del hígado, pero al resto nos venía genial, ya que si el día del examen ibas pillao con el temario, no faltaba quien se le acercaba a primera hora y le decía: "Anda, X, dime qué tema te dejaste sin estudiar, ¡por favor!". A ella no le podía parecer peor, pero al final acababa cediendo a su destino y, en voz baja y con la boca pequeña, susurraba: "...el cinco". La noticia corría como la pólvora, y quien más, quien menos, todos tenemos que agradecerle lo que para nosotros era un auténtico don.
En mi caso, he descubierto que tengo algo parecido: y es que ya van 3 veces q me pongo a organizar las vacaciones, y el destino q escojo se pone patas arriba, con revueltas, protestas, atentados y altercados de todo tipo que hacen que a los cuatro vientos desaconsejen viajar a ése punto caliente del planeta. La primera vez me pasó en Turquía, donde estando yo en Estambul, hubo varios atentados en Ankara. La segunda, a punto de comprar los billetes a Birmania, estalla lo que denominaron "revolución azafrán", y me tuvieron varios días enganchada a la NBC, BBC y todas las demás cés, consultando la prensa internacional y las páginas de las Embajadas y Consulados, pregonando a los cuatro vientos que nadie pusiera allí el pie ni por casualidad. La última fue este verano, ya que uno de los destinos que había barajado fue Kashgar, zona bastante animada en las últimas semanas en la frontera de China con una de estas ex-repúblicas soviéticas de nombre improunciable y que como sabréis, está dando más de un dolor de cabeza a las autoridades chinas. Menos mal que el precio de los billetes y los pocos días de vacaciones con los que contaba tiraron abajo el plan, xq me veía en medio de todo el cotarro cual Paco Mtnez. Soria recién llegado a la capital...
Dado que no teníamos ninguna salida con el visado, las opciones se redujeron bastante, y al final el destino elegido fue Guilin, o para ser más exactos Yangshuo, en la provincia de Guangxi, al sur de China. Yo ya necesitaba una buena dosis de verde, y dado que la playa no era una de las opciones esta vez, optamos por ir a comprobar al natural el archiconocido paisaje de los billetes de 20 yuanes y la verdad es q el importe del billete no hace honor a la maravilla de sitio que refleja.
Nos plantamos en Guilin la noche del miércoles pasado, y allí nos quedamos hasta la mañana siguiente, en que cogimos un barco río arriba durante 4 horas hasta llegar a Yangshuo. El paisaje es alucinante, nunca te cansas de mirar a todas partes, y te pasas la mitad del camino sacando fotos hasta que te das cuenta de que por muchas que saques, parece que no le hacen justicia! En Yangshuo establecimos la base de operaciones, y desde ahí, huyendo tmb del gentío que acude en esta época del año, bajamos el Li River en una balsa de bambú, hicimos rafting por el Long Jing River (o algo así), alquilamos un par de bicis con un guía y nos fuimos a recorrer los alrededores, subimos a la Moon Hill (q me dejó los gemelos petrificados hasta dos días después de volver a Shanghai) bajo un sol y una humedad de justicia, nos metimos en las entrañas de la Water Cave, con baño de barro incluido, aprendimos un poco más de las cosechas de arroz, y alquilamos una moto -lo negaré siempre delante de mis padres- para irnos sin rumbo a recorrer los alrededores del pueblecillo en cuestión, hasta 25 km. que llegamos a la Lotus Cave (aviso a navegantes: mucho cuidadito con los botes en la moto cd se acaba la carretera y empieza el camino de piedras, xq si tenéis la mala suerte -como yo-, de q en una de éstas, al rebotar caéis sobre la barruca de detrás y no sobre el asiento mullidito, no os olvidaréis en la vida de ése hueso que está al final de la columna, y q de "hueso de la risa" tiene más bien poco...)
Una vez más, el radar no me pudo fallar y descubrimos un sitio cuco, cuco, con una dueña majísima y unos sobrinos sirviendo las mesas encantadores que estaban felices de poder poner en práctica las clases de inglés que recibían en el colegio, y con una comida mejor aún que todo lo anterior junto. Nos hartamos de tomar zumos naturales a todas horas, y por las noches caíamos reventados de todo el día, y midiendo las fuerzas xa lo q se nos venía encima al día siguiente.
Y por si todo lo anterior fuera poco, aqui os dejo unas cuantas fotos para que viajéis desde vuestro asiento a este pequeño rincón del sur de China, a ver qué os parece...





















1 comentario:

Elvira dijo...

Qué risa la foto del barro,.. pareceis figuras del museo de cera!
Un sitio chulo,no? La dosis de "verde" parece más q cubierta.
Bss a ls2!!